Una Semana Santa en agosto

Semana Santa en agosto

 

Estuve en Cádiz, en los Días en las diócesis previos a la JMJ. En medio del ir y venir, pude entrar a la Iglesia de la Santa Cruz, vi la Levantá del paso del Prendimiento y Jesús de Medinaceli. Mis ojos se llenaron de lágrimas. ¡Estaba viviendo una Semana Santa en España! ¡Y en pleno agosto! El sentimiento que reinaba en cada uno de los participantes resultaba tan familiar al de los días grandes en mi país, donde las imágenes de Jesús recorren las calles. El sonar de la horquilla, los aplausos, la peculiaridad con que las cuadrillas llevaron cada uno de los pasos, el olor del incienso, la interpretación de las notas musicales, son los recuerdos de uno de los días más felices de mi vida. Cuando la Soledad de Puerto Real dejo ver el último destello de su palio, solamente podía emanar de mi boca una palabra a Dios: ¡Gracias! Las emociones no terminaron allí, se trasformaron en oraciones y latidos de mi corazón al poder llevar sobre mis hombros a la Virgen María en su procesión del Rosario de la Aurora, al día siguiente.
Hoy, todo lo vivido parece un sueño…, pero de la sacudida que puede provocar ese despertar a la realidad hace que resuene en mi mente el coro que tantas veces cantamos en la antigua y memorable ciudad de Cádiz: Yo construyo mi vida en Cristo. En Él tengo mi raíz.
Pablo Andrés Rayo Ortiz
Guatemala
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Fuente: Semanario Alfa y Omega, 13/10/201)